Desde la abrumadora distancia que nos separa y desde la complicidad cotidiana que nos une…
Como si este aire nocturno y fresco no me trajera tu aroma, como si no dijera tu nombre en cada verso, casi sin despegar los labios, como si no me acompañara siempre tu voz, como si la ternura no estuviera siempre vestida con tu ropa.
Me gustaría decirte cómo te extraño, cómo cierro los ojos y te echo de menos en silencio.
Hoy transitamos invierno, el verano se ha marchado. Las palabras que escribimos se me enredan en los ojos y en la piel, van llenando el cajón de los recuerdos y me tiembla en la boca la sonrisa.
Quisiera recordarte que a veces, cuándo callas, estás diciendo algo. Vuelan las preguntas, huyen las respuestas y sigue este sueño, dormido y despierto, revoloteando entre mis versos.
Quisiera decirte cómo es cuando tiemblas y dices mi nombre, con todas las letras, y suena a piropo, y sonríe y brilla, sólo para mí, porque nadie sabe, porque nadie entiende este mundo nuestro hecho con besos de papel y miedos pequeños que se enredan en las piernas y sonrisas que quisieran ser abrazos.
Quisiera contarte cómo me descubro siguiendo tus pasos, cómo soy cómplice de esta luz, de las palabras que nos regalamos, y escondemos, y rompemos..
Años sin saber que estabas, sin saber quién eras todavía. Quisiera decirte cómo es de bonito recordarlo mirando el reloj de madrugada y deteniendo el tiempo.
Quisiera decirte cómo te echo de menos, cómo no se aparta de mi pensamiento y se queda quieto, enredado en mis párpados, en ese momento, de creer en las hadas, entre la vigilia y el sueño.
La memoria no calla, recuerda, como yo recuerdo todas las palabras, las leo y releo, temblando y sonriendo. Tarareo canciones que, a través del tiempo, nos dibujan y dibujan este clandestino y sin embargo inocente sentimiento.
Quisiera decirte qué es esto y no puedo. Cuando sin querer apenas repito tu nombre y nadie me oye. Como en un susurro, tan cerca y tan lejos, escucho tu voz.
Como si este aire nocturno y fresco no me trajera tu aroma, como si no dijera tu nombre en cada verso, casi sin despegar los labios, como si no me acompañara siempre tu voz, como si la ternura no estuviera siempre vestida con tu ropa.
Me gustaría decirte cómo te extraño, cómo cierro los ojos y te echo de menos en silencio.
Hoy transitamos invierno, el verano se ha marchado. Las palabras que escribimos se me enredan en los ojos y en la piel, van llenando el cajón de los recuerdos y me tiembla en la boca la sonrisa.
Quisiera recordarte que a veces, cuándo callas, estás diciendo algo. Vuelan las preguntas, huyen las respuestas y sigue este sueño, dormido y despierto, revoloteando entre mis versos.
Quisiera decirte cómo es cuando tiemblas y dices mi nombre, con todas las letras, y suena a piropo, y sonríe y brilla, sólo para mí, porque nadie sabe, porque nadie entiende este mundo nuestro hecho con besos de papel y miedos pequeños que se enredan en las piernas y sonrisas que quisieran ser abrazos.
Quisiera contarte cómo me descubro siguiendo tus pasos, cómo soy cómplice de esta luz, de las palabras que nos regalamos, y escondemos, y rompemos..
Años sin saber que estabas, sin saber quién eras todavía. Quisiera decirte cómo es de bonito recordarlo mirando el reloj de madrugada y deteniendo el tiempo.
Quisiera decirte cómo te echo de menos, cómo no se aparta de mi pensamiento y se queda quieto, enredado en mis párpados, en ese momento, de creer en las hadas, entre la vigilia y el sueño.
La memoria no calla, recuerda, como yo recuerdo todas las palabras, las leo y releo, temblando y sonriendo. Tarareo canciones que, a través del tiempo, nos dibujan y dibujan este clandestino y sin embargo inocente sentimiento.
Quisiera decirte qué es esto y no puedo. Cuando sin querer apenas repito tu nombre y nadie me oye. Como en un susurro, tan cerca y tan lejos, escucho tu voz.
